viernes, 17 de octubre de 2008

Fiestas de agosto 1998. pregón


La peña Escorpión tiene este año el honor de realizar el pregón de las fiestas de Agosto de Nerpio.
Precisamente el año que cumplimos nuestro decimosexto aniversario como peña nos toca por orden de antigüedad decir unas palabras para el comienzo de este acontecimiento tan entrañable para todos los Nerpianos.
Hoy es un día grande para los que nos reunimos entorno a esta tradición que son las fiestas de Agosto. Para los Nerpianos es una oportunidad de reunirse junto a la familia y los amigos ya que muchos han tenido que trasladarse a vivir fuera por diferentes razones, estas fiestas son un encuentro entre todos los que tenemos Nerpio como causa común. También este pueblo es de toda esa gente que sin ser de aquí sienten a Nerpio como algo suyo, a todos los nerpianos y a los que nos visitan estos días queremos desear unas felices fiestas de agosto 1. 998.
Los veranos en Nerpio siempre han sido amables y sentimentales, por muchas razones, además tienen el colofón de las fiestas a finales de agosto. Es tan bonito tener un pueblo, un lugar pequeño y tranquilo donde vivir o poder volver al menos una vez al año, pasear por las calles donde uno jugo en su infancia, ver a la gente conocida, es tan bonito decir, mi pueblo, con ese sentimiento quizá egoísta y posesivo de lo que realmente nos pertenece, sentir que es tuyo todo lo que la vista alcanza ha contemplar, las montañas, los valles, el río, la plaza.
Nerpio es como un cuento, pero de verdad...
Para los que hemos tenido la suerte de haber vivido algún tiempo de nuestra vida en este pueblo muchos de nuestros sueños permanecen aquí.
El pregón lleva por titulo, Aquel verano en Nerpio, donde se mezclan los recuerdos oníricos con la realidad en los cinco primeros años de existencia de la peña Escorpión allá por la mitad de los años ochenta.

AQUEL VERANO... EN NERPIO

Faltaban solo unos días para que comenzaran las fiestas del pueblo, aquellas fiestas a finales de agosto, eran lo más grande, lo mejor del año para muchos Nerpianos; la pólvora, las vaquillas,
"el tablao" de madera, todo desprendía un olor mágico que llenaba de gozo a los vecinos más sentimentales, especialmente a los mas jóvenes que esperaban la llegada de las fiestas con gran entusiasmo; aquel aroma flotaba en el ambiente, se sentía en el aire, una sensación que según comentaban los Nerpianos era irresistible, lo que hacia volver por aquellas fechas a los que habían estado en alguna ocasión; aquel no era un pueblo cualquiera, tenia ciertos parecidos y tópicos, típicos de un pueblo de sierra, en la montaña, con su ambiente rural.
Las calles estaban adornadas con banderines de todos los países del mundo; en la calle Ancha por donde baja el encierro colgaban algunas guirnaldas más exóticas, por la calle corrían los muchachos haciendo simulacros de encierros; uno de ellos, con los cuernos de una vaca en las manos trotaba calle abajo tras los demás. Aquel juego simulando el encierro, la llegada de la turronera y el retumbar de los maderos en la plaza, era el síntoma más evidente de que las fiestas estaban encima.
Los bares cerraban tarde, los amigos más campechanos gastaban bromas entre el vino y la cerveza, algunas noches la jarana duraba asta el amanecer con pasacalles y coplas por las calles del pueblo. Hacía unos días que habían concluido las celebraciones de aquel acontecimiento inédito, la semana cultural, una fiesta que habían inventado los jóvenes del periódico La Voz del Taibilla, para reivindicar tradiciones y costumbres del patrimonio cultural Nerpiano, también había quien sostenía que aquellos jóvenes del periódico tenían demasiados grillos en la cabeza, no les faltaba razón.
Aquel verano la laguna era grande, estaba en el Puente Nuevo, hasta allí subían por las tardes las muchachas a bañarse. Los jóvenes más aventureros preferían la profundidad de las diferentes balsas que había por los alrededores del pueblo, a pesar de que estuvieran llenas de cieno, sapos y culebras, después estos osados adolescentes podían presumir de haberse zambullido en las turbias y verdosas aguas de El Vivero, Los Cerricos o Cueva Aroca.
Aquel verano... en Nerpio, las mujeres comenzaban a pasear por receta médica, los viejos arreglaban el mundo conversando en Las Flechas y la banda de música entonaba las primeras notas tras un largo periodo de silencio.
Aquel verano... los médicos y los curas firmaron una tregua, la ciencia y la religión se unían, después de algún que otro conflicto filosófico típico del medio rural.
Florentino paseaba por las calles del pueblo tirando de su cabra con un haz de "iñestas" cargado al hombro y prediciendo las lluvias con más eficacia que Mariano Medina.
Aquel verano.... en Nerpio, la casa cuartel de la benemérita fue declarada en ruinas, por lo que tuvieron que abandonar el pueblo los últimos números del instituto armado, dejando el municipio presa del caos y la anarquía, los bares y discotecas cerraban cuando el sueño y la embriaguez derrotaban al último tarambana.
Aquel verano... los olmos de la ermita aún crecían majestuosos, los chopos bordeaban las laderas de los ríos y el entorno era más hermoso, todavía las ardillas podían cruzar el termino municipal saltando de nogal en nogal. Precisamente los nogales presumían una buena cosecha ese año, así como las almendras y hortalizas que salieron ilesas de la fuerte tormenta del mes de Santiago que lleno las calles del pueblo de un gran manto blanco de granizo.
Las acequias que regaban las huertas estaban en obras para canalizar el agua y aprovecharla mejor, en los ríos todavía se podían contemplar las truchas deslizándose contra la corriente y el agua fresca, clara y cristalina corría por las cercanías del pueblo cubriéndolo de frescor.
Aquel verano... en Nerpio, las peñas empezaban a consolidarse como grupos de animación para las fiestas, una de la más jóvenes cuyo logotipo era un alacrán no disponía de camiseta, no tenia ni un duro en el bolsillo, ni local donde reunirse, a pesar de las dificultades sobrevivió.
En las tiendas de ultramarinos las mujeres hablaban entre risas de la nueva pareja del verano y como venia siendo habitual desde hacía algunos años, de fulano que se llevó a la novia.
Aquel verano... los niños jugaban a las bolas en las últimas calles que aún quedaban sin asfaltar por donde pasaban cabras, ovejas y caballerías compartiéndola con los vecinos.
Aquel verano el campo de fútbol, sito en el "Collao la Maera", que tantas tardes de gloria vivió en otros tiempos, estaba casi abandonado, lleno de matojos y los palos de chopo que antaño fueron las porterías eran presa de la carcoma.
Las parejas paseaban por la carretera bajo las acacias cruzando el viejo y majestuoso puente, mientras algunos jóvenes fumaban subversivamente agazapados en "El Cas".
En las madrugadas, en El Puente, se cruzaban los últimos "andorreros" con los que madrugaban para ir a segar espliego y manisierva, aquellos hombres que iban a la mata llevaban el fuerte aroma del monte impregnado en sus ropas, dejando una estela perfumada a su paso en los suaves amaneceres del verano.
Las carreteras de las aldeas se llamaban carriles, porque la mayoría estaban sin asfaltar y el polvo del estío se convertía en barro cuando llovía o nevaba haciendo difícil las comunicaciones. Aquel verano... en Nerpio, aun funcionaba la centralita de teléfonos en la calle Alta, a pesar de ello, unos pastores de Huebras bajaron al sindicato para apuntarse al mercado común, por fin la ganadería y la agricultura nerpianas eran europeas y comenzaron a llegar las primeras subvenciones.
Aquel verano... en los Chorretites, algunos vecinos creyeron ver un extraterrestre,algo normal, teniendo en cuenta que en Nerpio, la luna y las estrellas se ven mejor que en cualquier observatorio, pero todo fue un malentendido, en una tarde de tormenta los vecinos confundieron a Estanislao, que venia de regar con un impermeable verde que compro en Francia cuando estuvo en la Charante, al verlo de lejos con el gorro puesto creyeron que era un alienígena que aparecía tras los relámpagos de la fuerte tormenta.
Aquel verano... refresco mucho por las noches debido a las tormentas y los turistas en bermudas fluorescentes tiritaban con la carne de gallina paseando por el Camino Viejo.
Aquel verano al autobús que cubría la línea Nerpio-Caravaca conocido popularmente como “el correo” le arreglaron el techo y ya no goteaba cuando llovía, el autobús era un congelador en invierno pero tenia la ventaja de ser una maravilla en verano, con sus corrientes de aire, cuando se deslizaba por la cuesta de Turrilla buscando los vientos mas templados de las tierras Murcianas.
En cuestión del trafico rodado, El Motocarro se paseaba por las calles recogiendo la basura con su ronroneo monótono y los taxis eran aún los automóviles más sofisticados del pueblo.
Aquel verano... en Nerpio, el emblemático Plantón del Covacho se convirtió en árbol protegido al ser adquirido por la junta de Comunidades, el cine Avenida desapareció llevándose los sueños de infancia de varias generaciones y la ilusión del petróleo se esfumó.
Cuando llegaron los ingenieros de Albacete para inspeccionar la zona, los vecinos que auguraban un futuro prometedor de trabajo y prosperidad con el sueño del oro negro quedaron decepcionados. Cuando los técnicos terminaron su trabajo y confirmaron que lo único que había bajo la tierra de Nerpio era agua, los hombres más instruidos, los que exponían sus teorías en el puente, exclamaron airadamente, " que para decir aquello no era necesario ser técnico, ya que todos sabían que bajo las tierras de Nerpio hay un gran brazo de mar".
Parece que fue ayer, pero son casi quince años en los que el lento pero implacable paso del tiempo ha dejado sus huellas, en un pueblo donde el otoño cubre con un manto de bronce las tapias de los huertos, donde el horizonte se expande dorado por los montes buscando refugio al atardecer, donde el invierno acecha tras la ventana y deja el alma helada como los "gasones" en los campos, donde la primavera brillante se desborda y dibuja colores de vida en cada una de las mariposas que surcan las laderas del Taibilla y donde el verano es, como aquel verano que todos guardamos en la memoria, aquel verano en Nerpio, cuando el paso del tiempo no era cosa nuestra y dejábamos volar la imaginación escuchando el murmullo del agua bajo los sauces del Molino de las Fuentes.

Pedro Serrano Gómez
Peña Escorpión Agosto 1998